miércoles, 31 de diciembre de 2008

Capri, c´est fini


Por inverosímil que ahora parezca, fue en Capri donde por primera vez me sumergí en el mar Mediterráneo. La temperatura era de órdago. Por momentos insufrible. La zona pública de la playa donde estaba permitido bañarse era muy estrecha, con apenas cinco pasos de anchura, y se encontraba delimitada por una hilera de boyas amarillas. Había rocas verdosas en el suelo arenoso. Yo me había puesto el bañador al salir del hotel por si acaso, así que me desvestí sobre la misma orilla, en un strip-tease desesperado porque el calor era de los que a la fuerza ahorcan. Me sentí como Ulises bañándose en su Ítaca. El bautismo ocurrió en agosto del año 2002. Tardé mucho. Ya tenía cuarenta y un años. Quién iba a decírmelo. En la foto aparecemos Verónica y yo un poco agotados en la terraza del restaurante donde comimos.

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