lunes, 22 de diciembre de 2008

La felicidad de ser padre por primera vez


Año 1990. Verónica ha venido hace pocos meses al mundo y se la ve contenta. Yo estoy orgulloso y radiante. Me parecía que no iba a crecer nunca y hoy tiene diecinueve años. Tampoco creí que me fuera a quedar calvo. Como le dijo Ava Gardner por teléfono a Frank Sinatra la última vez que hablaron: "¿Dónde ha ido a parar el tiempo? Siempre creí que tendríamos tiempo (para todo)."
Parece mentira que una vez ella fuera así. ¡Qué bonitos son los seres humanos cuando bebés! ¡Y cuánto ignoran! Ella no tenía ni idea de que en aquel momento atravesaba un momento profesional difícil porque me encontraba en el paro. Visto desde la distancia, da la impresión de que todo estuviera saliendo a pedir de boca. De hecho, hoy me cambiaría por aquel joven padre, con tal de sujetarla de nuevo en volandas. Muchos pañales le limpié, y no es ningún mérito: simplemente en aquellos momentos pasaba mucho tiempo en casa. Lo que más nervioso me ponía era verla llorar sin saber por qué. Pronto descubrí que meciéndola en el cochecito o en la cuna se dormía, pues casi siempre lloraba por falta de sueño y no por hambre. Habló pronto y le encantaba la música. Cada vez que oía una canción decía una palabra incomprensible, algo así como "bafty". Básicamente siempre la veré tal como aparece en la fotografía, aunque haya crecido y cambiado mucho. Y también aunque siga creciendo como persona y se distancie al seguir su propio rumbo.

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