viernes, 23 de enero de 2009

Un hombre inolvidable


Mi abuelo paterno era de esa clase de gente que cuesta tanto encontrarte. Una buena persona. Sereno, pausado, tranquilo. Hablaba con aplomo. Y conversaba mucho si te sentabas con él a preguntarle. De resto era silencioso, como si no quisiera molestar a nadie.
Conocía a mucha gente porque había vivido bastante. Le recuerdo al volante de un coche de hora amarillo. Era de noche y mi abuela y yo le esperábamos pasar para dejarle una cesta de comida. También me acuerdo de las gallinas y conejos que criaba en la azotea. O las cabras y los baifitos a los que amamantaba con biberones hechos con botellas de agua de Firgas. En más de una ocasión una jauría de perros sueltos atacó su ganado acarreándole muerte y ocasionándole estropicios.
Cerca del final de su vida fue embestido por un toro que ayudaba a sacar adelante para Juan Fernando, uno de sus siete hijos. La foto en blanco y negro que aquí se acompaña le muestra en una cama de la clínica "San Roque". Por fortuna, llegó a recuperarse. Le gustaba plantar las tierras y cuidar los árboles. Un cáncer de próstata extendido a los huesos fue el mensaje que le envió Dios para llevárselo consigo. Podría estar seguro de que ahora andan dialogando si no fuera porque a veces creo que Dios me hablaba a través suyo.
Un refrán de una tribu de aborígenes africanos dice que cuando muere un anciano es como si ardiera una biblioteca. Ésa es la sensación que tuve cuando falleció por todos los nombres que empleaba en sus charlas, multitud de seres que yo desconocía. Por último, a quienes nombraba era porque se morían y trazaba unas pinceladas sobre lo que habían sido sus vidas para que las comprendiera. Claro que por entonces yo era un niño más interesado en correr detrás de los animales que en escucharle. Le oía apresurado pensando en que siempre tendríamos más tiempo en adelante. Qué estúpido fui, porque ya no hay tiempo ninguno.



Mi abuelo con unos amigos frente a la Basílica del Pino.


Cerca de Valleseco con unos parientes y su Vauxhall rojo




Mi abuelo con su familia lejana en Guatiza

Con mi madre y mi abuelo en Los Jameos del Agua

Junto a mi madre y mis abuelos en el Mirador del Río

Mis abuelos paternos, Andrés y Rosario, en su casa.


Mi madre, sus suegros y el Pico de Osorio al fondo


Mi abuelo poco antes del adiós definitivo


Don Andrés González González (Teror, 1906-1987)


IN MEMORIAM

2 comentarios:

  1. donde quiera que este toda tu familia estaran todos muy orgullosos de ti.
    sigue siendo como eres y me alegro mucho que tengas ese don para escribir.

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  2. solo puedo decir GRACIAS.
    me has traido muchos recuerdos de "Papá Andrés" como todos sus nietos le llamábamos.
    Esto ha sido un regalo

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