viernes, 6 de marzo de 2009

Crónica sentimental de Barcelona


"Abigarrada y opulenta, Barcelona parecía la ciudad más abierta al futuro, la que albergaba las grandes editoriales populares y renovadoras, las nuevas revistas, las nuevas ideas, la nueva música". Federico Jiménez Losantos ha rendido un sentido homenaje a su juventud vivida en la ciudad Condal. En este ejercicio de nostalgia queda imborrable un laberinto de emociones, de sensaciones desbordantes al inicio de la democracia, de inquietudes culturales en la revista "Diwan", foco de reflexión y literatura que impulsó y dirigió junto a otros colaboradores. Una Barcelona híbrida y cosmopolita como no ha vuelto a serlo desde entonces, una Barcelona ilusionante y con pujanza económica en la que vivir resultaba mucho más aventurero y barato que ahora.
"Hoy resulta fácil ver todo lo que de provinciano y de ignorancia había en aquella envoltura, lo ilusorio de aquel deseo, su fragilidad". Losantos llegó a Barcelona en el otoño de 1971 y salió de allí en ambulancia una década después. Sufrió un atentado terrorista afortunadamente chapuero, un secuestro durante más de una hora que acabó con un disparo en la pierna derecha y el abandono en un descampado de la autopista que conduce a Tarragona y Lérida. ¿El pecado? Haber firmado un manifiesto en defensa del trato igualitario para el idioma español en Cataluña. Hasta estos paroxismos de insensatez conduce el nacionalismo cazurro de los radicales.
A pesar de todo, menos mal que "la felicidad de lo porvenir la vivíamos con una sensación casi física de placer inextinguible. Éramos tan pobres que no teníamos nada que perder. Éramos tan jóvenes que todo estaba por llegar", y es ésta añoranza la que empapa el libro o tal vez sea la de los ojos de quien lo lee. El caso es que Federico Jiménez Losantos escribe tan bien que lo borda, y se discrepe con él o no, como en el caso de su apoyo intelectual a la invasión de Irak o a la celebérrima fotografía de Aznar en las islas Azores, es un prosista de gran altura y el estilismo que derrocha está muy por encima de sus tomas de posición sectarias o interesadas.
Hoy se le considera el portavoz de la derecha recalcitrante, cuando en verdad es un paladín de los liberales. Su defensa de la lengua española lo ha convertido en un protomártir, así como el amor por España y la adhesión futbolística al Real Zaragoza lo realzan de un modo entrañable, aunque resulte desconcertante verlo en el palco del Santiago Bernabéu apoyando a un club franquista cuando él partió como comunista, y además de la tendencia maoísta pro-china en la trotskista ORT (Organización Revolucionaria de los Trabajadores). Tiene derecho a evolucionar y lo ha hecho, ahora bien, tuvo el deber de aprender catalán habiendo vivido diez años en Barcelona y ni siquiera lo chapurrea. Es como si, en lugar de cohabitar con los catalanes, se hubiera tomado su estancia allí como parte integrante de una fuerza de ocupación. Dice que Barcelona es una ciudad abierta, pero por lo que se ve, él la vivió cerrado a la cultura catalana y a su más íntima expresión: la lengua en que escribieron Ramón Llull, Ausias March, Pere Torroella, Ramón Muntaner, Jordi de Sant Jordi, Joanot Martorell, Jacint Verdaguer, Buenaventura Carlos Aribau, Antonio de Bofarull, Joan Maragall, Josep Carner, Armand Obiols, Bonaventura Bassegoda, Narcís Oller, Josep Maria de Sagarra, Josep Palau i Fabre, Joan Salvat-Papasseit, Antoni Pellicer, Pere Coromines, Josep Pla, Joan Alcover, Pompeu Fabra, Salvador Espriu, Pere Quart, Maria Ángels Anglada, Carles Soldevila, Robert Saladrigas, Agustí Bartra, Núria Albó, Narcís Comadira, Sergi Pàmies, Joan Barril, Quim Monzó, Joan Margarit, Arcadi Espada, Jaume Fuster, Montserrat Roig, Joan Vinyoli, Mercé Rodoreda, Miquel de Palol, Baltasar Porcel, Joan Brossa, Carme Riera, Emili Teixidor, Xavier Rubert de Ventós, Maria Aurelia Capmany, Joaquim Carbó, Màrius Carol, Josep Maria Castellet, Jordi Villaronga, Toni Sala, Olga Xirinacs, Joan Perucho, Terenci Moix, Vázquez Montalbán, Eduardo Mendoza, Juan Marsé, Isabel Clara Simó, Jordi Sierra i Fabra, Masoliver Ródenas, Antoni Dalmases, Pere Gimferrer y Eduard Punset.

El Palacio de Montjuïc, sede del Museu Nacional d'Art de Catalunya

Con mis hijos en la Plaza de Cataluña, nudo central de comunicaciones

Rubén y César en el corazón de Barcelona donde George Orwell escribió su Homenaje a Cataluña

El Palau de la Música, cumbre del modernismo, obra del arquitecto barcelonés Lluís Domènech i Montaner (1850-1923), quien además fue profesor del genial Antonio Gaudí

Playa de Icaria, situada frente a la Ciutadella de la Vila Olímpica

Vista nocturna de La Barceloneta, la playa más popular de Barcelona

Verónica y Olivia en la Plaza de España junto a la desaparecida plaza de toros de las Arenas, cuyo estilo arquitectónico era neomudéjar

Estadio del Camp Nou, el Palacio del fútbol y el Olimpo de las estrellas, capaz de acomodar a 98.934 espectadores, es el recinto con más capacidad de Europa. Fue inaugurado el 24 de septiembre de 1957

Parque Güell, proyecto inconcluso de Antoni Gaudí i Cornet (1852-1926)

Con Olivia en la Avenida Gaudí junto al Hospital de Sant Pau

Villa Olímpica: Hotel Arts y Torre Mapfre (miden 153'5 metros de altura)

Torre Agbar, símbolo de la moderna Barcelona

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