miércoles, 18 de marzo de 2009

La mujer con la voz de seda


Hubo una vez una mujer cuya voz parecía tan exacta y perfecta que daba la impresión de ser un producto de la ingeniería de sonido en un estudio con los medios más avanzados para la época. El mismo día en que iba a firmar los papeles del divorcio con su marido Tom Burris, el 4 de febrero de 1983, un infarto la fulminó. Su esposo no tuvo la culpa. El corazón se le paró por haber estado ocho años viviendo con una dieta estrafalaria en la que sobre todo bebía agua en lugar de ingerir alimentos sólidos. Fue una víctima de la anorexia antes de que dicha enfermedad fuera reconocida por los laboratorios farmacéuticos como otra fuente de negocio. Hay quien opina que la sobrealimentación a que se la sometió cuando los médicos detectaron que casi se había convertido en un esqueleto pudo haber contribuido al colapso cardiaco. Lo que está claro es que su corazón se deterioró por una carencia continuada de nutrientes básicos, amén de las pastillas para adelgazar, los laxantes y los diuréticos a los que también recurrió.
En 1999 publiqué un librito de 110 páginas titulado Prosa delineada en el que incluí este adusto poema en memoria suya:


Karen Carpenter se asoma al arrullo radiofónico
con una voz sedosa que me trata de tranquilizar.
Ella cantaba algo así como que sólo a dos de nosotros
le sería dado recorrer todo el mundo a lo ancho y largo.
Hoy ya no está.
Ni su esperanza contagiosa.
No es que fuera portavoz de la modernidad,
pero sí embargaba con dulces perspectivas
su timbre sonoro, su garganta melífera,
sus cuerdas vocales acuosas, su fraseo fugaz.
No estoy donde ella me emplazaba
a creer en un porvenir sonriente y plácido.
¿Cómo pudo ser el milagro de su magia fónica
y la inocencia contumaz de mi mente joven?
¿Para apuñalarme de dolor coincidieron ambos?
¿El filo relamido de sus canciones y el corazón blando
de mis propósitos? ¿Qué fue de aquella muchacha
candorosa? ¿Habremos de enjuiciarla
por lo almibarado de sus composiciones vocálicas,
por el reaccionario romanticismo de sus mensajes,
por la mentalidad burguesa de sus temas adormiladores?
¿Con qué criterio juzga la nostalgia?
Sólo sé que estaba tumbado sobre sábanas
y al oírla, de pronto, las sentí mortajas.
Me elevó al cielo, paladeaba de gloria,
escuché cantar un ángel, me cegó la luz estremecedora de una diosa.

Karen Carpenter ya no está aquí pero aún silabea notas.
Es la venganza consoladora de la técnica.
Ella jamás imaginó verse encerrada y difundida
en los circuitos informáticos de un disco óptico.
Su mundo era el de las revoluciones
al ritmo lento de baladas sinuosas.
Pertenecía a un mundo plástico, el vinilo negro,
elaborado a partir de derivaciones del petróleo.
Era ese mundo hipócrita, turbio, corrupto, falso,
en donde su voz de inocencia se abrió paso.
Se negó a comer, víctima de la anorexia.
Como si no quisiera engullir nada de este mundo pútrido.
Su debilidad famélica se complicó con una leucemia.
Y así murió, con el alma y la sangre blancas.
Es su voz quien sigue atestiguando su pureza.


Portada del libro a cargo de María del Mar Mendoza Rojas
("La estrategia calculada", técnica mixta sobre tela)


Karen Carpenter en la década del "flower power"

Triunfó junto a su hermano Richard (Connecticut, 15 de octubre de 1946)

Aunque la primera vez que la escuché fue con una versión de un tema de los Beatles titulado "Please, Mr. Postman", la canción inmortal que interpretó, la que no podré olvidar hasta que muera, es ésta:


THERE IS A KIND OF HUSH


There´s a kind of hush all over the world, tonight,
all over the world you can hear the sound of lovers in love.
You know what I mean.

Just the two of us and nobody else in sight.
There is nobody else and I´m feeling good,
just holding you tight.

So listen very carefully, get closer now
and you will see what I mean. It isn´t a dream.
The only sound that you will hear
is when I whisper in your ear "I love you forever and ever".


Karen Carpenter mostrándonos que su belleza

podía estar a la altura de sus cuerdas vocales


EL MUNDO DESAPARECE CUANDO NOS AMAMOS


Todo se torna en un silencio que se posa sobre el mundo esta noche,
porque por todas partes se escucha
el sonido de los enamorados amándose,
tú sabes a qué me refiero y lo que quiero decir.

Solamente los dos y nadie más alrededor de nosotros.
Me hace sentir feliz permanecer solos y abrazarte.

Así que escúchame con cuidado, acércate más, apriétame,
y verás que mi mensaje no es una quimera imposible.

El único sonido que percibirás será el que musite a tu oído
cuando escuches que te amaré hasta el final de los tiempos,
por los siglos de los siglos.

Los dos hermanos en el apogeo de su vida

Karen Anne Carpenter

(New Haven, Connecticut, 1950 - 1983, Downey, California)

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