lunes, 13 de abril de 2009

Siempre nos sorprenderá París


Campo de Marte y Torre Eiffel

Arco de Triunfo

Con la cámara en ristre por los Campos Elíseos


Es la ciudad más visitada del mundo: más de 26 millones de turistas anuales lo atestiguan. Unos buscan el romanticismo de los paseos en barco por el Sena con la Torre Eiffel iluminada, otros vienen por la mejor gastronomía del planeta, porque hay restaurantes de todos los estilos y para todos los gustos. Muchos acuden por el reclamo de sus museos, otros por el peso de la historia de la Revolución Francesa, casi nadie por los restos romanos que en ella se conservan.

"La libertad guiando al pueblo" (1830) de Eugène Delacroix

En el boulevard de Clichy junto al cabaret "El Molino Rojo"


Hay vestigios de que la zona en la que París se asienta estuvo habitada 4.500 años antes de nuestra era. Concretamente, se hallaron unas canoas con esta edad en una excavación arqueológica. Una tribu celta, los parisii, que se asentaron aquí en el siglo III a. C., le dan nombre a París. Los romanos saquearon la aldea original en el año 52 a. C. y volvieron a reconstruirla llamándola Lutecia. Entonces el corazón era la Île de la Cité, un islote en medio del río Sena que facilitaba la defensa a sus pobladores. Ahora se ubica allí la iglesia de Notre Dame, una catedral gótica, majestuosa y tétrica, el alma medieval de París. Bajo sus cimientos hay restos de viviendas con más de 2.000 años de antigüedad.

Notre-Dame

Avenida de los Campos Elíseos con la Plaza de la Concordia al fondo


En el Museo de Cluny se conservan restos de unas termas y al sureste de París, en el distrito 17, justo en el barrio denominado Quartier du Jardin des Plantes, queda en pie un teatro romano del siglo II d. C., con capacidad para 15.000 espectadores, donde tuvieron lugar representaciones de obras dramáticas y combates a vida o muerte entre gladiadores. Hoy sirve de parque público con el nombre evocador de Arènes de Lutèce.


Arenas de Lutecia

Haciendo un alto en el camino cerca del Museo del Louvre


Cuando visité esta ciudad en 1991 me sorprendió la hermosura de la iglesia del Sacré-Coeur, un monumento de color blanco inmaculado en lo alto de Montmartre, el monte de los mártires, unos cristianos que fueron decapitados en torno al año 250, entre ellos el primer obispo de París, Saint Denis o San Dionisio, como se prefiera. Acabado en 1914, este coqueto santuario supuso una respuesta piadosa a la finalización de la guerra franco-prusiana. Alexander Legentil y Hubert Rohault de Fleury fueron dos empresarios que prometieron erigir un templo si los prusianos se retiraban. La construcción se inició en 1875, por lo que tardó 39 años en verse culminada. Hoy sigue reluciendo como si estuviese recién hecha. Su cúpula es el punto más elevado de París después de la Torre Eiffel. Además, alberga una campana que pesa dieciocho toneladas y media. Dos estatuas ecuestres flanquean la entrada principal. Una representa a San Luis y la otra a la mártir cristiana Juana de Arco. La bóveda del presbiterio muestra un colosal mosaico de Jesucristo y los apóstoles, concebido por Luc Olivier Merson y Marcel Magne, que necesitó diez años (entre 1912 y 1922) para llevarse a cabo.


Sacré-Coeur

A los pies del Sagrado Corazón de Jesús


París es una inagotable fuente monumental y museística: contiene alrededor de 170 monumentos y museos de interés. Sólo en Montmartre, por poner un ejemplo, hay una galería permanente dedicada a Salvador Dalí en la Rue Poulbot, nº 11, que contiene 300 cuadros suyos. Hay museos dedicados a la arquitectura, al arte, la moda, la historia natural, al vino, la guerra, la navegación, la prehistoria, la Edad Media, la publicidad, la radio, la historia del hombre, de la ciudad, de Francia, de antigüedades etruscas, griegas y romanas, de la etnografía, del judaísmo, Renacimiento, Modernismo, sobre escultores, pintores, cantantes, escritores, falsificaciones, objetos de cristal, joyas, piedras preciosas, monedas, muebles, muñecas y cualquier cosa imaginable. Es el paraíso del voyeur, del paseante curioso y bon vivant. Sentarse en uno de sus cafés a contemplar la gente pasar es un lujo que deberíamos tomarnos para entender la vida con más calma, porque como más se disfruta es con lentitud y tranquilidad.


Paseando por las calles en torno a la Place du Tertre

En Montmartre murió la bohemia pero sobrevive el arte

1 comentario:

  1. Buenas noches amigo Ángel "siempre nos quedara París".
    Su cielo gris, sus majestuosos puentes sobre el Sena....la mirada blanca en lo alto de las escaleras interminables del Sacre Coeur....la sonrisa de la Gioconda o el salon de Bodas de Napoleon y Josephine....besarse al anochecer en la Opera.....pasear por rue Sant Honore....
    Siempre estaran esos "bancos inmensos" en las tabernas de Montparnasse...En fin mi buen amigo
    volvere y sera la decima vez que mi corazon se estremezca con solo divisar a lo lejos la torre Eiffel.

    Mi respeto
    Una mujer

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