jueves, 11 de febrero de 2010

El escritor que puso a la humanidad en su sitio


Jonathan Swift
(Dublín, 1667 - 1745)

La mayoría de las personas son como los alfileres: sus cabezas no son lo más importante.

Las leyes son como las telarañas que cogen a las pobres moscas y dejan pasar avispas y abejorros.

Un hombre nunca debe avergonzarse por reconocer que se equivocó, que es tanto como decir que hoy es más sabio de lo que fue ayer.

Todo el mundo quisiera vivir largo tiempo, pero nadie quiere ser viejo.

Cuando aparece un gran genio en el mundo se le puede reconocer por esta señal: todos los necios se conjuran contra él.


Busto de Jonathan Swift en la catedral dublinesa de San Patricio

Una bandada de gansos puede significar un Senado; un perro cojo, un invasor; la peste, un ejército acampado; un majadero, un primer ministro; la gota, un sumo sacerdote; una horca, un secretario de Estado; una criba, una dama de la Corte; una escoba, una revolución; una ratonera, un cargo; un pozo sin fondo, una hacienda pública; un cenagal, una Corte; un bufón, un favorito; una caña rota, un tribunal; un odre vacío, un general; una llaga abierta, la administración.


La gran lección de Gulliver: los seres humanos tratarán de aprovecharse de tu fortaleza si eres grande, pero intentarán aplastarte si eres diminuto

Pedí que fuese evocado el Senado romano en una vasta cámara, y a la vez una asamblea moderna representativa en otra. La primera parecía una asamblea de héroes y semidioses; la segunda, una reunión de buhoneros, rateros, salteadores de caminos y rufianes.


Ted Danson interpretando a Gulliver en la versión cinematográfica rodada en 1996

Tres reyes protestaron ante mí que en todo su reinado no habían preferido nunca a una sola persona de mérito, salvo por error o por traición de los primeros ministros en quienes habían confiado, y probaron con gran acopio de razones que un trono real no puede ser sostenido sin corrupción, ya que ese positivo, confiado e inquieto carácter que la virtud infunde en el hombre es un estorbo para los asuntos públicos.


Vista de un puente sobre el río Liffey en Dublín, la ciudad natal de Jonathan Swift, cuyo significado etimológico es "laguna negra" o "charca oscura" (Dubh Linn)

Tuve la curiosidad de inquirir particularmente por qué método tanta gente ha conseguido altos títulos honoríficos y prodigiosas propiedades, y limité mi pregunta a los periodos modernos. (...) Tras un ligero examen, hallé tales escenas de infamia, que me es imposible reflexionar en ello sin cierta seriedad. Perjurio, opresión, soborno, fraude, tercería y análogos males figuraban entre las más dispensables artes que cabía alegar y a ellas di, naturalmente, la debida tolerancia. Pero cuando algunos confesaron que debían su grandeza y riqueza al vicio, otros a la traición a su país y príncipe, algunos al envenenamiento, los más a la perversión de la justicia, (...) confío en que se me perdone si digo que quedó un poco rebajada la inclinación que siempre había sentido a venerar profundamente los altos rangos.


Primera edición de Los viajes de Gulliver aparecida en 1726

Me preguntó cuáles eran las causas o motivos que usualmente hacían entrar a un país en guerra con otro. (...) A veces, se debían a la ambición de los príncipes, que nunca creían tener bastantes tierras ni súbditos que gobernar; a veces a la corrupción de los ministros, que comprometían a su soberano en una guerra con objeto de desvirtuar el clamor público contra su mal gobierno. Las diferencias de opinión habían costado muchos millones de vidas, como, por ejemplo, cuando se discutió si la carne era pan o el pan, carne; si el jugo de cierta fruta era sangre o vino; si el silbar era un vicio o una virtud; si se debía besar un madero o echarlo a la lumbre; cuál era el mejor color de una casaca, si negro, blanco, rojo o gris, y si debía ser larga o corta, estrecha o ancha, sucia o limpia, con otras muchas cosas por el estilo. Jamás eran las guerras tan sangrientas y furiosas como cuando se motivaban en diferencia de opiniones, en especial si versaban sobre cosas sin importancia.


Gulliver observa los preparativos militares de los enanos que quieren aprovecharse de su gigantesca estatura para utilizarlo como arma de destrucción masiva

A veces surgen querellas entre dos príncipes por su deseo de desposeer a un tercero de sus dominios, a los cuales ninguno de aquéllos puede alegar derecho alguno. Otras veces un príncipe ataca a otro por temor de que éste pueda atacarle a él. En ocasiones emprende una guerra porque el enemigo es demasiado fuerte y otras porque es demasiado débil. A veces nuestros vecinos desean las cosas que nosotros tenemos o tienen las que nosotros deseamos, y así luchamos unos y otros hasta que ellos se apoderan de lo nuestro o nosotros de lo suyo.


Tumba de Jonathan Swift en la catedral dublinesa de San Patricio
Reza así:
"Aquí yace el cuerpo de Jonathan Swift, deán de esta catedral, en un lugar en el que ninguna amargura puede ya lacerar su corazón. Ve, viajero, e intenta imitar a un hombre que fue un irreductible defensor de la libertad".

Le di una descripción de nuestros cañones, culebrinas, mosquetes, carabinas, pistolas, balas, pólvora, espadas, bayonetas, batallas, asedios, retiradas, ataques, minas, contraminas, bombardeos, batallas navales, barcos hundidos con un millar de hombres dentro, veinte mil muertos por cada bando, quejidos de moribundos, miembros volando por el aire, humo, ruido, confusión, pisoteo de caídos bajo los caballos, fuga, persecución, victoria, campos sembrados de cadáveres abandonados a los lobos y las aves de presa, saqueo, pillaje, destrucción, quemas y hecatombes. Y, para certificar el valor de mis queridos compatriotas, le aseguré que les había visto hacer volar a cien enemigos en un cerco, y a otros tantos en un buque, cayendo despedazados los cuerpos desde las nubes, con gran diversión de los espectadores.


Típico pub de Irlanda en su capital, Dublín

Dos verdades: que la naturaleza se satisface con poco y que la necesidad es madre de la invención. Yo gozaba perfecta salud de cuerpo y tranquilidad de mente, no temía la traición o inconstancia de un amigo, ni las injurias de un secreto o abierto enemigo. No tenía ocasiones de cohechar o adular, de buscar el favor de ningún hombre grande o de su favorito. No necesitaba protegerme contra la opresión y el fraude; no había médico que arruinase mi cuerpo ni abogado que dilapidase mi fortuna; ni delator que vigilase mis actos y palabras y forzara acusaciones contra mí por un estipendio; ni existían chismosos, censores, insultadores por la espalda, rateros, salteadores de caminos, fractores de puertas, procuradores, bufones, fulleros, políticos, sabios, tediosos, charlistas fatigantes, polemistas, asesinos, ladrones, virtuosos jefes, o secuaces de facciones y partidos, estimuladores del vicio con seducción y ejemplos, ni tampoco cárceles, hachas, horcas, picotas y lugares de azotamiento. Asimismo, no se encontraban mercaderes ni artesanos estafadores; ni orgullo, vanidad o afectación; ni pisaverdes, espadachines, borrachos y rameras vagabundas y sifilíticas; ni mujeres costosas y vociferadoras; ni pedantes estúpidos y orgullosos; ni amigos importunos, pesados, quisquillosos, alborotadores, huecos de mollera y ricos en palabrotas; ni pícaros levantados del lodo merced a sus vicios; ni nobles hundidos en él merced a sus virtudes; ni señorones, violinistas, jueces ni maestros de baile.

Los viajes de Gulliver
Una obra cumbre de la literatura
La Biblia de los misántropos

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