domingo, 30 de mayo de 2010

La obra maestra y el orgullo del folclore canario



LA CANTATA DEL MENCEY LOCO

Dicen que murió la raza
y nunca fue raza muerta,
raza que acabó en la historia,
para vivir en la leyenda.



No puede morir jamás,
quien de esclavos se libera
rompiendo para ser libre,
con su vida las cadenas.



Oíd la doliente historia
de Beneharo, el de Anaga,
el Mencey desventurado
que enloqueciera de rabia
al perder la libertad
de su estirpe y de su patria...
¡y fue para enloquecer!


Beneharo

Nunca en las playas de Añaza
con ambición de conquista,
un extranjero arribara,
que no hubiera de medir
con Beneharo sus armas,
y al cabo, tras el combate,
vencido y roto marchara.



Dígalo Sancho de Herrera,
dígalo Fernán Peraza,
y Francisco Maldonado,
Gobernador de Canaria.
A todos supo vencer
altivo el Mencey de Anaga.



Su añepa nunca abatida,
victoriosa paseaba
desde la orilla del mar
hasta la cumbre escarpada
de las selvas que coronan
el Valle de Taganana.

[Versos del poema "La tierra y la raza" del escritor santacrucero Ramón Gil Roldán (1881-1940) publicados en 1919, basados en la historia de José de Viera y Clavijo, convertidos en canción por Elfidio Alonso e interpretados por el grupo folclórico Los Sabandeños en 1975]



VOCABULARIO

Mencey: rey guanche. Añepa: lanza de tea que precedía al Mencey. Beneharo: Mencey de Anaga. Anaga: uno de los nueve menceyatos en que estaba dividida la isla antes de la llegada de los conquistadores castellanos. Abarcaba la parte más oriental con el macizo del mismo nombre, más los actuales municipios de Santa Cruz de Tenerife y San Cristóbal de la Laguna. Taganana: lugar del nordeste tinerfeño donde vivió la princesa Cathaysa hasta que fue vendida como esclava en 1494. Añaza: sitio en el que se ubica la actual capital de Tenerife. Sancho de Herrera: hijo del hidalgo Diego de Herrera que fundó el primer asentamiento español en Tenerife. Fernán Peraza: colonizador castellano establecido en la isla de la Gomera. Su hijo Guillén murió en una escaramuza militar acaecida en La Palma. Este episodio funesto fue llorado y cantado en unas endechas que suponen la manifestación literaria y poética más antigua del archipiélago canario en lengua española.


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