miércoles, 11 de agosto de 2010

Una buena película para los tiempos que corren


El título indica literalmente "Arriba en el aire", pero en Argentina, Perú y Uruguay se prefirió titularla con el más efectista rótulo de "Amor sin escalas"

Cuando creía que la industria del cine no estaba interesada en realizar ningún producto que hiciera mover en el espectador otra cosa que los párpados de los ojos y ningún músculo en el cerebro, me encuentro con un trabajo digno y bien realizado a las órdenes de Jason Reitman. La película "Up in the air" fue filmada en el año 2009 fagocitando una novela homónima de Walter Kim publicada en el 2001, poco antes de la caída de las Torres Gemelas. Por tanto, las medidas de seguridad en el chequeo a los pasajeros que aparecen en el largometraje es de suponer que no estarán en el libro. En vista de cómo se ha puesto la situación de la seguridad hay que agradecer la pulcritud y rapidez con las que el protagonista Ryan Bingham (George Clooney) pasa los controles. Digamos que tranquiliza la naturalidad con que se los toma. De él aprendemos también que si cada vez que viajamos facturamos las maletas y perdemos entre media hora y una hora haciéndolo, al cabo de un año este procedimiento se puede traducir en la pérdida de una semana entera de tiempo, o lo que es lo mismo, de tu vida. Bueno, esto sólo puede aplicarse a un hombre que de las 365 jornadas que tiene el año sólo se pasa "43 asquerosos días en casa", según propia confesión, y el resto viajando.


George Clooney confirma que es un gran actor todoterreno


La obra original está basada en hechos reales, lo cual demuestra una vez más la vigencia de la idea de mímesis aristotélica acerca del arte copiando a la naturaleza. Por lo visto, el escritor Walter Kim conoció a un individuo que había alquilado un almacén (en lugar de un apartamento) para guardar sus cosas, porque se pasaba la vida volando hasta tal punto que conocía incluso los nombres de los hijos de los tripulantes. En la pantalla lo primero que detectamos es la aparente contradicción capitalista de trabajar destruyendo trabajo. En efecto, el personaje principal vuela a todas partes para despedir a empleados y minimizar los riesgos legales o el impacto emocional de hacerlo a bote pronto, de un modo inesperado y brutal. Desde un punto de vista sociopolítico, lo que leo al ver las imágenes no es solamente el disparate de emplear a un individuo para despedir a otros, me doy cuenta de que el argumento va más allá y quiere transmitir la idea de que la vida es movimiento y acaparar cosas o quedarse quieto equivale a morir.

Ryan Bingham enseñando a Natalie Keener que para viajar, lo mismo que para vivir, es mejor hacerlo ligeros de equipaje como en el verso de Antonio Machado

Se utiliza el mismo discurso para dejar en el paro a la gente, con lo cual se logra el efecto de que la admiración inicial que suscita Ryan Bingham se torne en desprecio por el aburrimiento que provocan sus reiteraciones. La imagen pulcra la seguirá manteniendo, pero la brillantez intelectual que aparentaba al principio, no. Como buena obra de arte que es, en este film la trama argumental llegará a incidir todavía más en su contradicción crucial cuando el propio Ryan sea propuesto para quedarse en tierra porque su tarea puede hacerse a través de videoconferencia. Y lo poético, lo más hermoso, viene con el broche final en el que la voz del narrador, que es la conciencia o monólogo interior del protagonista, concluye que en esta vida dejaremos una huella similar a la de la luz intermitente de un avión en el cielo, poca cosa en comparación con lo duraderas que son las de las estrellas.



Hay más lecciones en la película, por supuesto. La mujer que se cruza con el impenitente viajero y entabla un flirt por la coincidencia entre sus modos de vivir y pensar. Esa misma mujer, Alex Goran (interpretada por Vera Formiga) que, cuando Ryan decide que ha llegado el momento de sentar cabeza y fundar una familia, descubre que ella llevaba una doble vida con lo mejor de los dos mundos: el hogareño y el de la aventura en solitario, dejándolo colgado.


George Clooney y Vera Formiga en pleno idilio pasajero y espontáneo


También aparece esa trabajadora que cumple su amenaza de suicidarse al ser despedida, lo que unido a una ruptura sentimental reciente destroza los nervios de la ejecutiva Natalie Keener, que va de tiburón "recorta-gastos-financieros" por la vida, papel magníficamente interpretado por la joven Anna Kendrick.


Anna Kendrick fulminado con la mirada a George Clooney


O la cursilería del turismo falso y pobre, propio de un "quiero y no puedo", que supone ir sacando fotos a una pareja de cartón sobre fondos de aeropuertos y lugares que Ryan Bingham visita por todos los Estados Unidos a petición de una hermana suya que va a casarse y cuyo novio en principio la dejará plantada ante el altar porque le asaltará la duda de si lo correcto en un mundo volátil es pretender echar raíces.


Ryan Bingham sacando una foto en el aeropuerto de Saint Louis (Missouri), cuyo nombre llevó el aeroplano con el que Charles Lindberg cruzó en solitario el Atlántico por primera vez, sin escalas desde New York hasta París, el 20 de mayo de 1927, invirtiendo 33 horas y 32 minutos

Mientras más pienso en este trabajo cinematográfico, más me deleito al recordarlo. No es el tostón aburrido para intelectuales que nadie podría tragarse. Me vienen a la mente las escenas que sirven de eslabón a las distintas partes, imágenes tomadas desde la ventanilla de un avión que sirven de sintaxis al conjunto narrativo. Todo se ve más hermoso y cuadriculado desde arriba, como si hubiera un perfecto orden, una cosmogonía urbana exenta de miserias, vilezas y crímenes. ¡Ah! Y las nubes, las adormecedoras moles de algodón que te hacen sentir como si el mundo estuviera recubierto de algo tan suave como el azúcar.


No hay comentarios:

Publicar un comentario