viernes, 29 de octubre de 2010

El poeta que sólo recuerdan los libros de poesía


Manuel Verdugo y Bartlett
(Manila, 1877 - La Laguna, 1951)

AUTOSILUETA MORAL

A nadie culpo. Malgasté mi vida
y nadie más que yo fue mi enemigo.
El placer, ese frívolo homicida,
salió a mi encuentro, caminó conmigo.

Tengo el alma sangrando y aterida
y ni aun a la amistad le pido abrigo.
Espinas de un rosal causan su herida.
¡Yo sonrío al dolor, no lo maldigo!

Porque sé idealizar busco lo humano.
Soy un ser anacrónico, un pagano
que en vergeles quiméricos se encierra

y no cambia un oasis de su historia
por todas las diademas de la gloria
y todos los tesoros de la tierra.



BUENOS CONSEJOS

II

Compara la amistad de cierta gente
con alguna sustancia venenosa:
a minúscula dosis, conveniente;
pero a dosis crecida, peligrosa.

Atropella al incauto, al inocente,
al sincero con alma candorosa.
Por alcanzar el lauro, finge y miente.
Si te estorba el rosal, caiga la rosa.

Sigue, pues, la comedia y el engaño,
destacándote siempre del rebaño,
actuando siempre de primer actor,

que en el teatro de la humana farsa,
antes que hacer papeles de comparsa
es preferible ser espectador.



VI

Vive sin añoranzas del pasado
tu presente, que no es vivir al día.
Quien siguiera un sendero, ¿quedaría,
por contemplar sus huellas, rezagado?

Goza como epicúreo refinado
y si la estepa del deber te hastía,
engalana con rosas de alegría
los jardines ocultos del pecado.

Si fueres ambicioso, ten paciencia.
Ármate de sutil desconfianza
y aflójate el dogal de la conciencia.

Con tesón y con fe todo se alcanza.
¿Y para qué luchar, si la existencia
más corta suele ser que la esperanza?



TIC TAC

Cronos, viejo taimado, vampiro de la vida,
destructor de ilusiones y sembrador de canas:
consientes que madure toda fruta prohibida
y asesinas, en cambio, a las rosas tempranas.

El agravio se estrella contra el alma que olvida.
Por eso tus astucias para mí serán vanas
y si llegas a herirme, restañarán mi herida
los minutos, las horas, los días, las semanas.

Hoy rompí el calendario y también el espejo.
Mis sienes ya platean, acaso llegue a viejo.
Diciembre agonizante: ¡otro año al abismo!

¿Diciembre, y en mi espíritu reina la primavera?
¿Por qué ha de preocuparme que un año nazca o muera?
¡Si todo cambia en torno, yo siempre soy el mismo!

[Poemas extraídos del libro del escritor Verdugo y Bartlett, Manuel: Estelas y otros poemas, Madrid, Viceconsejería de Cultura del Gobierno de Canarias, 1989, 1ª edición, (colección "Biblioteca Básica Canaria"), (selección y prólogo de Lázaro Santana), 233 páginas]


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