lunes, 21 de febrero de 2011

De quien no comulga con la beatería progresista


Ernesto Sáenz de Buruaga
(Miranda de Ebro, Burgos, 1956)

PROHIBIDO

Nunca como ahora había sentido a mi alrededor tanta indignación contenida por el afán de prohibir, de controlar, de intervenir en nuestras vidas, que nace de nuestros gobernantes. Vivimos en un mundo donde ya se controla cada movimiento a través de cámaras instaladas en los sitios más insospechados. Los móviles se convierten en localizadores, cuando no en mirones anónimos que te suben a la llamada Red, donde se pierden las responsabilidades y anidan las miserias. Pero si este suplicio es inevitable en aras del progreso, deberían quedar campos para la libertad individual de un ser humano, porque de seguir así terminará por convertirse en una especie protegida de sus propios inventos.


Viñeta de Andrés Rábago García, "El Roto"
(Madrid, 1947)


Me resulta sorprendente que muchos de los que dicen que vivieron el Mayo del 68 no recuerden su "prohibido prohibir". Y sorprende todavía más que los que presumen de juventud, hijos de la transición democrática, quieran ahora poner puertas al campo llevando las normas al extremo, acotando la responsabilidad individual y escudándose en un papá Estado al que no le hemos pedido que organice nuestras vidas. Deberían preocuparse menos de nosotros, de nuestra forma de vivir, de nuestra salud, de lo que comemos, de las hamburguesas XXL, de si los niños toman pocas o muchas golosinas o beben "Coca-Cola" en el colegio, de nuestra talla, de si bebemos demasiado alcohol, poco o nada. De una política de igualdad que marca desigualdades por llevarlas al absurdo, del cambio de apellidos que ya existía sin hacer tanto ruido, de una memoria histórica que enfrenta a los españoles, de que entremos en el carril de pensar todos lo mismo si no queremos ser señalados con el dedo.


Viñeta de Antonio Fraguas de Pablo, "Forges"
(Madrid, 1942)


Ya saben aquello de que cuando señalas al cielo con un dedo el tonto mira el dedo. Que no se preocupen tanto de nosotros. Que nos dejen decidir sobre nuestras vidas sin más normas que las que nosotros nos pongamos cuando nuestras decisiones pertenezcan al ámbito individual. Y comeré lo que quiera y beberé y fumaré como un proscrito y conduciré a más de 30 km/h en la ciudad porque me sentiré como un niño haciendo una trastada a los que convierten mi seguridad en su máquina recaudatoria. Y entonces pensaré en ellos y en esa pintada de la universidad que no han debido leer y yo les recuerdo: "La sabiduría me persigue, pero yo corro más". Pues que corran menos.

(Artículo de opinión escrito por Ernesto Sáenz de Buruaga y publicado en el diario "El Mundo" el sábado 19 de febrero de 2011)


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