jueves, 17 de febrero de 2011

La poeta que vivía para un mundo de metáforas


Ana María Navales Viruete
(Zaragoza, 1939 - 2009)

Ignoro quién me trajo a este momento,
a esta caricia en la carne abierta
por donde pasean sin tregua las hormigas
hacia la cueva del invierno con su lumbre.
Y me dejan fría con la puerta entornada,
con un golpe de sol roto en la nuca
y una lágrima que se rinde en oraciones.
Esta tarde, sujeta a un columpio de ternura,
busco el cuerpo vivo de mi sombra
mientras la calle huele a fiesta innecesaria
y el viento me amontona escombros en la mesa.



Las garzas en su vuelo
escriben tu nombre
y dejan grabada tu silueta
en la distante belleza
del horizonte ensangrentado.
Todo se borró con un gesto,
pero durante un minuto
fui la mujer joven
abrigada en la pasión
que miraba la vida
como algo interminable.
Al pie de la laguna
empezó el miedo
a ocultar el amor y el camino
que debía traerte hasta mis brazos.



Quieres darle la vuelta al reloj
para que un viento distinto
disuelva el tiempo
y aleje la ceniza
de las horas tristes.
Quedan como siempre las preguntas.
¿Cuándo se convirtió en maleza
el jardín? ¿Quién hizo crecer
ese ahogo de hierbas salvajes?
En esta tarde de sol
con temblores de verano
andas por tu infancia
como si fuese un lugar extraño
en el que nunca hubieras vivido,
una casa abandonada y en ruinas
colgada de las tinieblas
de un monte muy lejano.



Lo peor es cuando asoma estéril el otoño
como un tigre agazapado en la mirada,
como un recuerdo agrio que rasga el paisaje.
Porque ya no hay arena donde dibujar el nombre
cuando hasta el agua estrecha dócil su contorno
y el ser se ha perdido en su íntimo fantasma.



En recuerdo de algún día que floté sobre el mundo
o fue sólo un instante y hoy lo alarga la memoria
como la brisa en verano entre balcones de azulejos.
En recuerdo de las casidas que copiaban las palomas
con alfanjes de mármol en los brocales de un pozo
que ahora leo como ruinosas piedras de mi heráldica.



Nos creímos llamados al recinto de los héroes,
su clamor iniciaría un lenguaje de aromas ocultos.
Desconocíamos el país y la extensión de su cerco,
pero en los días ociosos preparamos el asalto.
Las armas eran distribuidas con ademanes elegantes
y los pasos adivinaban tumbas de guerreros.
Para algunos la historia era un paisaje de atardeceres
de injusticia y el alma se abrasaba ya con el sol
que habría de venir. Hoy el desencanto convive
con la vejez y el frío de los huesos.


Brad Pitt interpretando al legendario Aquiles en la guerra de Troya

Esta mañana de abandono
he perdido un poema.
Voló como un viento frío,
como una hoja quemada
por el otoño. Los versos
temblaban de muerte y olvido.
Con angustia pisé la calle
buscando la vieja imagen
que el tiempo dibujó en la lluvia:
el oro de un pasado ya borroso.
Pero todo estaba en aquel papel
extraviado que envolvía la llave
de mi casa y las palabras.
Ahora ya es inútil buscar
entre cenizas y libros
el único poema que he escrito
y alguien habrá roto en una esquina.

[Poemas extraídos del libro de Navales, Ana María: Mar de fondo, (Poesía 1978 - 1998), Huelva, Diputación Provincial, 1998, (Colección "Juan Ramón Jiménez"), pp. 128]


2 comentarios:

  1. Me ha gustado muchísimo, gracias por el descubrimiento de esta poeta.

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  2. Gracias a ti por tu sensibilidad receptiva hacia una poeta que ya no podrá agradecértelo.

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