miércoles, 20 de abril de 2011

El verdadero rostro de la política sin alma



CORRUPCIÓN Y AVARICIA

César Alierta es una vaca sagrada de los negocios en España. El gobierno de Aznar lo nombró primero presidente de Tabacalera, y después, presidente de Telefónica, cuando a Juan Villalonga, el amigo de pupitre, le dio por imitar a Gordon Gekko, el tiburón de Wall Street. Alierta lleva 11 años en Telefónica y posee muchos premios de excelencia empresarial, como el Máster de Oro del Fórum de Alta Dirección que le galardonó por su "valía personal, formación, ética y ejemplo de esfuerzo". Alierta, además de muy listo, es muy rico. En 1997 ganó por arte de magia 1,8 millones de euros operando con acciones de la empresa que presidía. El Supremo le procesó y absolvió por prescripción del delito de información privilegiada. A ese dinero hay que añadir los siete millones de euros anuales que gana en Telefónica, un cálculo aproximado, porque los sueldos de la compañía son secretos. Siempre he tenido curiosidad por saber para qué quiere esta gente tantísimo dinero. Pero eso es otra cuestión.


César Alierta Izuel
(Zaragoza, 1945)

Por su aguda visión para los negocios, Alierta ha sido elegido por sus pares presidente del Consejo Empresarial para la Competitividad. En la presentación de este foro dijo que su objetivo era hacer un "ejercicio de responsabilidad social corporativa total". El presidente de Telefónica pretende guiar a la sociedad española por el camino correcto para salir de la crisis. La responsabilidad social y ética de Alierta consiste, según parece, en despedir a 6.000 trabajadores, a pesar de que la compañía ha ganado 10.000 millones de euros, y en repartir 450 millones entre sus directivos. No hace falta argumentar mucho para concluir que semejante comportamiento es obsceno en un país donde millones de personas las están pasando canutas.




Sin embargo, hay algo peor si cabe. Alierta ha logrado que los trabajadores hagan cola para ser despedidos. Les ha corrompido con el mismo pecado capital que ha causado la crisis: la avaricia. Los empleados prefieren ganar un pastizal sin trabajar, lo cual no sé qué les parecerá a sus compañeros del Consejo Social para la Competitividad. "La codicia, a falta de una palabra mejor, es buena; es necesaria y funciona. La codicia clarifica y capta la esencia del espíritu de evolución. La codicia es lo que ha marcado la vida de la comunidad", decía Gekko en Wall Street. El dinero, como el poder, nubla la vista, por lo que es improbable que Alierta reconsidere sus decisiones. Y los poderes públicos ya no disponen de capacidad para defender a la sociedad de estos abusos del mundo económico y financiero. Parece mentira tener que decirlo, pero, por mucho menos, Aznar hizo dimitir a Juan Villalonga.

(Artículo de opinión escrito por la periodista Lucía Méndez para la edición en papel del diario "El Mundo" correspondiente al sábado 16 de abril de 2011)


Lucía Méndez
(Zamora, 1960)

1 comentario:

  1. La articulista emplea el calificativo de "obsceno" para definir el comportamiento de Alierta. Podría haber usado cualquier otro: miserable, insolidario, aborrecible...
    Os pregunto qué opciones de defensa le quedan a una sociedad cuando el adjetivo certero y contundente se convierte en mera retórica.
    Saludos

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