miércoles, 23 de noviembre de 2011

A los que murieron por culpa de la drogadicción



A WHITER SHADE OF PALE

We skipped the light fandango,
turned cartwheels 'cross the floor.
I was feeling kinda seasick,
but the crowd called out for more.
The room was humming harder
as the ceiling flew away,
when we called out for another drink
and the waiter brought a tray.
And so it was that later
as the miller told his tale
that her face, at first just ghostly,
turned a whiter shade of pale.
She said: "There is no reason
and the truth is plain to see."
But I wandered through my playing cards
and they would not let her be.
One of sixteen vestal virgins
who were leaving for the coast
and although my eyes were open wide
they might have just as well been closed.
And so it was that later
as the miller told his tale
that her face, at first just ghostly,
turned a whiter shade of pale.




She said: "I'm here on a shore leave"
though we were miles at sea.
I pointed out this detail
and forced her to agree
saying: "You must be the mermaid
who took King Neptune for a ride."
And she smiled at me so sweetly
that my anger straightway died.
And so it was that later
as the miller told his tale
that her face, at first just ghostly,
turned a whiter shade of pale.
If music be the food of love
then laughter is it's queen,
and likewise if behind is in front
then dirt in truth is clean.
My mouth by then like cardboard
seemed to slip straight through my head,
so we crash-dived straightway quickly
and attacked the ocean bed.
And so it was that later
as the miller told his tale
that her face, at first just ghostly,
turned a whiter shade of pale.

[Canción compuesta por Gary Brooker, Keith Reid y Matthew Fisher e interpretada por “Procol Harum” (“Lejos de todo”) en el año 1967]




UN MORTECINO PERFIL DE RIGIDEZ 

Terminamos de tocar cansados,
exhaustos sobre el suelo, llenos de sudor.
Me sentía enfermo, mareado,
pero la gente nos pedía otra repetición.
El público cantaba nuestros acordes
cuando me pareció que todo alrededor
daba vueltas y el techo salía despedido
hacia el cielo de la oscuridad exterior.
Pedimos más bebida para entonarnos
y el camarero, diligente, las sirvió.
Así fue como más tarde supe
lo que el traficante nos dijo
que pasó. Al parecer tu cara,
en un principio pálida,
se fue volviendo más clara
hasta emblanquecer del todo.




La muerte aseguró que no tenía razón
alguna para llevarte tan joven, y en verdad
se deja ver que es así. Me pregunto
si con las cartas que teníamos
en las manos jugamos bien,
y lo cierto es que la suerte no estuvo
de nuestro lado: te tocó morir.
Eras como una virgen vestal
que estaba empezando a vivir,
pero a pesar de tener los ojos bien abiertos,
da igual que los mantuviera cerrados,
porque no pude evitar dejarte partir.
Un rato más tarde el camello
que nos vendió la droga
nos contó que al principio
te pusiste blanca para después
quedarte rígida e inerte.




La muerte nos había avisado
que permanece alerta sobre la tierra
esperando el momento de llevarse a alguien.
Y a pesar de que creíamos
encontrarnos alejados a varias millas
de su costa, llegué a divisarla
y forzarle a admitir que se comportaba
como la sirena que fue la perdición
de Neptuno, el rey de los mares.
La Parca asintió con una sonrisa
tan dulce que logró aplacar mi rabia.
Si la música es la ambrosía del amor,
entonces la risa es su princesa del corazón,
y al igual que lo que se oculta detrás
puede mostrarse delante, lo sórdido
es capaz de convertirse en limpio,
porque morir nos renueva.




Mis labios cuarteados por los efectos
de las pastillas que tragamos parecían querer
hundirse y hablar dentro de mi cabeza.
Así fue como nos sumergimos, rápidos,
bajo un fondo submarino desconocido
del que tú ya nunca saldrás a flote.
Lo único que quedó fue el relato
del hombre sin escrúpulos
que nos metió aquella mierda.
Declaró a la policía secreta
que simplemente te pusiste pálida
en un primer momento, para después
irte desvaneciendo
y quedarte blanca como la cera. 

(Traducción de Andrés González Déniz)




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