jueves, 8 de marzo de 2012

A vueltas sobre los niñatos consentidos por mamá



VEINTE AÑOS ES DEMASIADO

Los niños, malditos niños. Hace unas noches vi en la tele a una criatura que llamaba asquerosa a su madre porque no le daba dinero para salir de marcha. La secuencia era tan escabrosa que me quedé con la mano petrificada en el mando hasta que acabó. Aquella criatura no sólo insultaba a su madre: también pegaba patadas a las puertas y rompía los jarrones que pillaba al paso. Era la historia de un hijo (hija, en este caso) de más de 20 años. Veinte años no es nada, pero parece mucho para según qué cosas: pegar a los viejos, robarles dinero y reivindicar el derecho a drogarse.






La imagen de aquella madre apesadumbrada que caminaba pasillo adelante arrastrando las zapatillas y sin dejar de lloriquear era la de una mujer maltratada, molida a insultos y presa del sufrimiento. Qué no habría hecho ella por su hija desde que nació. Seguramente todo: fregar escaleras, dormir poco, comprarle chuches, bolsos de la Hello Kitty, cedés, móviles. Y enfrentarse a los profesores del colegio, ante los que seguramente había dado la cara por ella en más de una ocasión. Vanessa se llama la prenda. El nombre ya lo dice todo. Y no tanto de la niña, que no lo eligió, como de los padres, víctimas de sí mismos y de su hija única.






También se ha hablado estos días del sainete de Úbeda: el caso de una joven de 16 años que denunció a sus padres ante la Guardia Civil porque el día de la fiesta de Andalucía la castigaron a quedarse en casa sin salir. La Guardia Civil se lo tomó en serio (y quién no: con lo que está cayendo), el caso prosperó y el padre fue detenido y la madre acusada de colaboradora. La joven acabó en un centro de acogida, donde continúa. A falta de conocer detalles (todo podría dar la vuelta), el suceso suena muy feo.



Avril Lavigne
(Ontario, 1984)


¿Qué se puede esperar de unos hijos que llaman asquerosos a sus padres y luego los denuncian? ¿Qué se puede esperar de unos padres que dan todo el poder a sus hijos? ¿Qué se puede esperar de unos educadores que viven amenazados por sus padres e hijos? Del nefasto modelo de educación impuesto por el nacionalcatolicismo se ha pasado a la "no educación", donde los padres defienden a los hijos frente a los educadores e incluso frente a sí mismos. El resultado son estas generaciones de animalicos asilvestrados que nos han tocado en suerte. Todo por la libertad. Libertad para exigir dinero cuando salen de marcha o para denunciar a los progenitores si en el desayuno les dan galletas en lugar de Choco Krispies.


(Artículo de opinión escrito por Carmen Rigalt y publicado
por el periódico "El Mundo" el miércoles 7 de marzo de 2012)

 

Carmen Rigalt
(Vinaixa, Lérida, 1949)

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