jueves, 18 de octubre de 2012

Aquella ciudad que vivía abierta al mundo y al mar

  
La Torre Agbar del arquitecto francés Jean Nouvel, construida por el grupo ACS presidido por el madrileño Florentino Pérez, es el nuevo icono de la  siempre pujante ciudad de Barcelona
 
BARCELONA
 
Hubo un tiempo en que para los amigos de mi generación, Barcelona era casi la capital del mundo. Una ciudad abierta y cosmopolita que se diferenciaba mucho de la grisácea Madrid, donde residía la dictadura. Barcelona tenía el tratamiento de provincia exactamente igual que Las Palmas: para realizar un acto cultural, aunque fuera una simple presentación de un libro, había que rellenar instancias y poner pólizas y esperar la autorización gubernativa, exactamente igual que si estuviéramos a casi dos mil kilómetros de la capital.
 
 
El Hotel Arts del arquitecto Bruce Graham, la Torre Mapfre de Iñigo Ortiz y Enrique León, además de la escultura denominada "Peix d'or" ("Pez de oro") de Frank Gehry, junto a la Villa Olímpica del Poblenou frente al paseo de la playa de La Nova Mar Bella
 
Barcelona era una ciudad junto al mar, con sus Ramblas, con su Barrio Gótico, con su carga de historia. No te sentías extraño. Al contrario: allí había muchos latinoamericanos, muchos canarios que estudiaban en sus universidades en los tiempos en que el español o castellano todavía circulaba libremente por sus calles. Por allí se movían libremente Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez. Otros venían con frecuencia: cineastas, escritores, artistas de nivel. Después las cosas han cambiado tanto que el panorama es irreconocible. ¿Es Cataluña un territorio extranjero, lo será pronto?
 
 
Gabriel García Márquez (Aracataca, Colombia, 1927) hojeando un periódico en las Ramblas de Barcelona en febrero de 1970. En esta ciudad escribió la novela titulada "El otoño del patriarca"
 
Siempre admiré la Nova Cançó, los escritores catalanes, los poetas de allí, los cantautores desde Raimon hasta Lluís Llach. Me gustaban su gastronomía, sus museos, sus caminos abiertos hacia el Mediterráneo. Admiraba la lucha por la democracia que se cocía en innumerables iniciativas como los encierros en Montserrat. Era la ciudad más europea de España, era una mezcla de París y Milán. Las cosas fueron cambiando, ahora hay muy pocos latinoamericanos, y seguramente menos canarios, estudiando en sus universidades. Es lo que tiene el apartheid, la mezcla de identidad, lengua y territorio puede ser explosiva si las cosas se llevan de una determinada manera.
 
 
Macizo y monasterio benedictino de Montserrat
 
Cuando se regresa a la cueva elemental, se deja de ver el mundo en su totalidad. En una ocasión asistí en el Liceo a un importante acto cultural. Pues bien: desde el público se produjo una airada intervención reclamando que se hablara solo en catalán. Eran los primeros tiempos de los colectivos que luego han ido cociendo el actual estado de cosas. ¿Podemos vivir sin ellos? ¿Pueden ellos vivir sin el resto que habla en castellano? Todo puede suceder, y todos habremos perdido. El nacionalismo puede convertirse en un arma nefasta.
 
(Artículo de opinión escrito por Luis León Barreto y publicado
en el periódico "La Provincia" el jueves 18 de octubre de 2012)
 
 
Luis León Barreto
(Los Llanos de Aridane, 1949)
Un escritor que ha logrado ser canónico en vida

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