lunes, 19 de noviembre de 2012

El poeta como fiel testimonio de múltiples zozobras

 
José Mármol
(Santo Domingo, 1960)
 
FOGATA
 
Con qué podrá el agua saciar su eterna sed.
Sobre qué piel nerviosa, cuál comisura fresca
podrá sentir un beso,
la presencia inadvertida de otro beso pasajero.
Hay torrentes que no aquietan en ningún estuario.
Hay lados sin reverso, acasos sin por qué,
penas sin gloria. Ruinas que no saben
cuándo el tiempo ha de volver.
Con qué podrá el fuego quemar tantos incendios.
 
 
 
 
DESCONCIERTO
 
Pájaros veloces que han perdido el sur,
el norte de su vuelo.
Pájaros perdidos sin aliento ni señal.
Pájaros vacíos como yo
la tarde que la muerte puso en jaque a mi padre.
La sombra expide un tufo a impudor, miseria.
La que no se siente casi, el alma de mi alma
duele, sin embargo, como un tumor maligno
en la epidermis.
Pesa la mirada. Enlutan los recuerdos
y la nostalgia suelta la brida de sus yeguas
y el halo de la pena se aposenta entre las sienes.
Su trabajo era simple,
encordaba un reloj cada tres cuartos de hora,
por la noche de la noche.
Mi padre amanecía con el sol en mi ventana.
Otra vez los pájaros que perdieron su cielo.
Otra vez el instante de aquel último suspiro.
La mirada tan suave, amorosa, comprensiva,
cuya luz se apagó atrapada entre mis dedos.
 
 
 
 
ALDABA ANTIGUA
 
No es la aldaba que impresiona. No.
Es el rojo sobre rojo.
La rojedad que hace del tejido rastro y duelo.
Es la sombra de su sombra,
la que oscila, ahora gime,
la que del rojo sangra un oscuro no se ve.
No es, siquiera, el donaire,
(casi un cisne cortejando su víctima de ardor),
que al cuello puso un ángel
de hermosura su artesano.
No lo es. No.
Es la sabia posición, meditabunda y firme,
la que recuerda el último zarpazo, dura esgrima,
contra las huestes fieras del peligro de huracanes.
No es la aldaba que acongoja. No lo es. No.
Es el halo, la limpieza, el temple seco
con que muestra el metal su pobreza y desamparo.
 
 
 
 
OCASO
 
Un matiz de fuego congelado a la distancia,
el instante retenido en otro instante por llegar.
Era el sol, el mismo creo, que ayer se despedía
a mi pesar.
Era el mar del sur, en Palmar, era el ocaso creo.
Allí todo era tan bello que no puede ser real.

[Poemas del libro escrito por José Mármol: Lenguaje del mar, Madrid, Visor, 2012, 1ª edición, (XII Premio de Poesía Casa de América), pp. 68]
 
 


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