jueves, 13 de junio de 2013

De un poeta muy celebrado al que ya nadie lee

 
Juan Meléndez Valdés
(Badajoz, 1754 - Montpellier, 1817)
(Retrato del poeta neoclásico cuando tenía 36 años de edad
pintado por Francisco José de Goya y Lucientes en 1790)
 
A DORILA
(Fragmento)
 
¡Cómo se van las horas,
y tras ellas los días,
y los floridos años
de nuestra frágil vida!
 
La vejez luego viene,
del amor enemiga,
y entre fúnebres sombras
la muerte se avecina,
 
que escuálida y temblando,
fea, informe, amarilla,
nos aterra, y apaga
nuestros fuegos y dichas.
 
El cuerpo se entorpece,
los ayes nos fatigan,
nos huyen los placeres
y deja la alegría.
 
 
Tumba en el cementerio madrileño de San Isidro
donde reposan los restos mortales de nuestro poeta
 
DE DORILA
 
Al prado fue por flores
la muchacha Dorila,
alegre como el mayo,
como las Gracias linda.
 
Tornó llorando a casa,
turbada y pensativa,
mal trenzado el cabello
y la color perdida.
 
Pregúntanle qué tiene,
y ella llora afligida;
háblanle; no responde;
ríñenle: no replica.
 
Pues, ¿qué mal será el suyo?
Las señales indican
que cuando fue por flores
perdió la que tenía.

 
 
"Doncella leyendo una carta frente a una ventana abierta"
Johannes Vermeer
(Delft, Holanda, 1632 - 1675)
 
 EL OTOÑO DE LA VIDA
(Fragmento)
 
Calcula, pesa, compara,
y en su tesón invencible
halla al fin las altas leyes
con que ser tanto se rige.
Búscalas luego en el hombre,
sonda las causas, los fines
de sus obras, y ¿qué encuentra
Fabio? Abismos infelices;
a la honradez en las pajas,
sobre pluma a la molicie,
y al orgullo que en los brazos
de la opulencia se engríe;
en triunfo al error y al vicio,
al favor inaccesible,
y al ciego interés hollando
a la verdad, que proscribe.
 
En la alegre primavera
todo es galas y pensiles.
¡Loca edad, en que sin norte
se pierde el débil esquife
de la vida en rumbos ciegos,
siempre amenazando hundirse!
 
Fabio mío, en paz felice;
que el tiempo vuela, la vida
es un vapor insensible,
y así pasa; el yerto invierno
al blando otoño persigue,
y en pos de la muerte y la tumba
serán nuestro eterno eclipse.

 
 
  
MI VUELTA AL CAMPO
(Fragmento)
 
Ya vuelvo a ti, pacífico retiro;
altas colinas, valle silencioso,
término a mis deseos,
faustos me recibid; dadme el reposo
porque en vano suspiro,
entre el tumulto y tristes devaneos,
por la corte engañosa.
 
Imagen, ¡oh arroyuelo!
del tiempo violador y de la nada
de nuestras mundanales alegrías,
una de otra apremiada,
tus ondas al nacer se desvanecen,
y en raudo curso en el vecino río
tu nombre y tus cristales desparecen.
 
Así se abisman nuestros breves días
en la noche del tiempo; así la gloria,
el alto poderío,
la ominosa riqueza,
y lumbre de belleza,
do ciega corre juventud liviana
pasan cual sombra vana,
sólo dolor dejando en la memoria.
 
¡Afortunado el que en humilde choza
mora en los campos, en seguir se goza
los rústicos trabajos, compañeros
de virtud e inocencia,
y salvar logra con feliz prudencia
del mar su barca y huracanes fieros!

 
 
 "El naufragio del Arethusa frente a las costas de Valparaíso en Chile"
Charles Wood Taylor
(Liverpool, 1792 - Londres, 1856)
 
 EL MEDIODÍA
(Fragmento)
 
Velado el sol en esplendor fulgente
en las cumbres del cielo,
lanza derecho ya su rayo ardiente
al congojado suelo.
 
Y al mediodía rutilante ordena
que su rostro inflamado
muestre a la tierra, que a sufrir condena
su dominio cansado.
 
El viento el ala fatigada encoge
y en silencio reposa,
y el pueblo de las aves se recoge
a la alameda umbrosa.
 
 

 "La playa bajo el sol del mediodía"
Laurits Tuxen
(Copenhague, 1853 - 1927)
 
  A MIS LIBROS
(Fragmento)
 
Fausto consuelo de mi triste vida,
donde contino a sus afanes hallo
blandos alivios, que la calma tornan
plácida al alma,
rico tesoro, deliciosa vena
do puros manan, cual el almo rayo
que Febo lanza esclareciendo el orbe,
santos avisos,
donde Minerva providente cela
sus maravillas, monumento ilustre
del genio excelso que feliz me anima,
libros amados,
do de los siglos la fugaz imagen,
donde, natura, tu opulenta suma,
del seno humano el laberinto ciego,
quieto medito,
nunca dejéis de iluminarme, nunca
en mi cansada soledad de serme
útil empeño, pasatiempo dulce,
séquito grato.

 
 
 
  AL REY
(Fragmento)
 
Sólo es pura, inefable,
superior a la suerte,
a envidia vil y congojosa muerte
la dicha de aliviar al miserable.
 
Seguid, oh bien querido
del Cielo, a manos llenas
sembrando bienes, redimiendo penas;
y nunca un día, oh Tito, habréis perdido.
 
Ved que el poder fenece,
que sombra transitoria
se huyen fausto, esplendor,
grandezas, gloria,
y eterna sólo la virtud florece.
 
De aplauso y bendiciones
os colmará este suelo;
seréis de reyes ínclito modelo
y generosa envidia a las naciones.

 
 
"Pepe Botella"
Jean-Baptiste Wicar
(Lille, 1762 - Roma, 1834)
 
 EL FILÓSOFO EN EL CAMPO
(Fragmento)
 
¡Ay, Fabio, Fabio! En las doradas salas,
entre el brocado y colgaduras ricas,
el pie hollando entallados pavimentos,
¡qué mal al pobre el cortesano juzga!
 
Hombres, ¡ay!, hombres,
Fabio amigo, somos,
vil polvo, sombra, nada; y engreídos
cual el pavón en su soberbia rueda,
deidades soberanas nos creemos.
 
No la del hijo indigno que pleitea
contra el autor de sus culpables días
por el ciego interés; no la del torpe
impudente adulterio en la casada
que en venta al Prado sale, convidando
con su mirar y quiebros licenciosos
la loca juventud, y al vil lacayo,
si el amante tardó, se prostituye;
no la del impío abominable nieto
que cuenta del abuelo venerable
los lentos días, y al sepulcro quiere
llevarlo en cambio de su rica herencia.
 
¡Oh oprobio! ¡Oh vilipendio! La matrona,
la casta virgen, la viuda honrada,
¿ponerse pueden al lascivo ultraje,
a los toques de un hombre? ¿Esto toleran
maridos castellanos? ¿El ministro
de tan fea indecencia por las calles,
en brillante carroza y como en triunfo,
atropellando al venerable anciano,
al sacerdote, al militar valiente,
que el pecho ornado con la cruz gloriosa
del Patrón de la patria, a pie camina?
 
Huye, Fabio, esa peste. ¿No ves la trampa,
el fraude, la bajeza, la insaciable
disipación, el deshonor lanzarlos
en el abismo del oprobio? La guerra
sopla en las almas su infernal veneno,
y en insano furor las Cortes arden;
desde su esteva el labrador paciente,
llorando en torno la infeliz familia,
corre a la muerte, y en sus duros brazos
se libra de la patria la defensa.
Al robusto seno
de la fresca aldeana confiamos
nuestros débiles hijos, porque el dulce
néctar y la salud felices hallen,
de que los privan nuestros feos vicios.

 
"Pandora"
John William Waterhouse
(Roma, 1849 - Londres, 1917)
   
LA PRESENCIA DE DIOS
(Fragmento)
 
Doquiera que los ojos
inquieto torno en cuidadoso anhelo,
allí, gran Dios, presente
atónito mi espíritu te siente.
 
Todos tus hijos somos;
el tártaro, el lapón, el indio rudo,
el tostado africano, es un hombre,
es tu imagen y es mi hermano.



 

EL HOMBRE IMPERFECTO
A SU PERFECTÍSIMO AUTOR
(Fragmento)
 
Señor, a cuyos días son los siglos
instantes fugitivos, Ser Eterno,
torna a mí tu clemencia,
pues huye vana sombra mi existencia.
 
Ser Eterno, Infinito, Fuerte, Vida,
Sabio, Inmutable, Poderoso, Padre,
desde tu inmensa altura
no te olvides de mí, pues soy tu hechura.

 
 
"Menina"
Joaquín Sorolla y Bastida
(Valencia, 1863 - Madrid, 1923)

  EL MELANCÓLICO, A JOVINO
(Fragmento)
 
Doquiera vuelvo los nublados ojos,
nada miro, nada hallo que me cause
sino agudo dolor o tedio amargo.
Naturaleza, en su hermosura varia,
parece que a mi vista en luto triste
se envuelve umbría, y que sus leyes rotas,
todo se precipita al caos antiguo.
 
Tú lo has visto, Jovino; en mi entusiasmo
perdido, dulcemente fugitivas,
volárseme las horas... Todo, todo
se trocó a un infeliz; mi triste musa
no sabe ya sino lanzar suspiros,
ni saben ya sino llorar mis ojos,
ni más que padecer mi tierno pecho.

 
 
Ruinas del castillo árabe de Ulldecona anterior al siglo XII
en la comarca de Montsiá, provincia de Tarragona
 
  DE LAS MISERIAS HUMANAS
(Fragmento)
 
¡Oh! ¡Cómo, iluso en juvenil locura,
el mundo ante mis ojos parecía
risueño, y de la vida el aura pura!
Crédulo yo a los hombres ofrecía
mi llano, inerme seno; entre sus manos
cual simple corderillo me metía.
 
Ingenuos siempre, fáciles, humanos,
y la alma paz pintada en el semblante,
hermanos los creí, y hallé tiranos,
de oído sordo y pechos de diamante
cuando en su amparo el infeliz los llama,
y en sólo el mal su corazón constante.
 
Sopla la envidia su dañado fuego,
mientras de oír hinchada se desdora
la vanidad de la indigencia el ruego.
¿Quién hace, quién, de la virtud su empleo?
 
¿Quién busca osado la verdad divina,
o al aura del favor cierra el deseo?
La lumbre del saber yace eclipsada
en brazos del error, que omnipotente
oprime la ancha tierra sojuzgada.
 
Yo vi correr la asoladora guerra
por la Europa infeliz, a su bramido
gemir el cielo, retemblar la tierra.
El daño universal mi propia pena
me hizo, luna, olvidar: miro a mi hermano,
al hombre miro en infeliz cadena;
y aunque grave mi mal, ya me es liviano.
 
[Extractos de poemas tomados de Meléndez Valdés, Juan: Antología poética, Barcelona, Orbis, 1983, (edición de Jorge Aliaga), pp. 222]
  

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