viernes, 29 de noviembre de 2013

El poeta que conoció un antes de luz y de voz firme

 
José Luis Morante
(El Bohodón, Ávila, 1956)
Poeta, profesor de Ciencias Sociales y crítico literario
 
BALANCE
 
                         "Somos piedra caliza que disgrega
el agua de los días"                          
 
Soy de pueblo y conservo
el carácter rural
de la vieja Vettonia.
Estudié con los curas
jerarquía y sintaxis,
asuntos de sujeto y predicado
y el cómplice rumor de la página escrita.
 
 
El escritor abulense José Luis Morante en su cuarto de estudio
 
Crecí con Blas de Otero
y la armónica triste de Bob Dylan.
Como todos los jóvenes
exploré laberintos.
Hice la mili en Córdoba, en el Cerro Muriano;
erial vallado y nulo aprendizaje,
autoridades, gritos
y balas de fogueo.
 
Me enamoré muy pronto,
a ritmo de aguacero tropical.
Aparecieron grietas,
enemigos y afectos
enterrados después,
igual que yacimientos arqueológicos.
Decidido a buscar
ese lugar distinto a cualquier otro,
me extasiaron los viajes y los trenes.
 
 
 
El privilegio de la paternidad
me concedió dos hijas;
nunca tuve
un patrimonio igual.
Durante algunos años
cobró cierta entidad mi ideología,
una red de verdades transitorias
que la experiencia
fue tergiversando.
 
Hoy salgo a respirar. No pido mucho:
convivir entre libros y objetos familiares,
amoldar el sosiego del jardín
-igual que hiciera Cándido-,
un drenaje que filtre
las aguas estancadas
y espiar los ocasos
con la escueta esperanza
de un porvenir que llegue
cualquier día.
 
 
 
VISTA CANSADA
 
                                                         A Luis García Montero
 
Cuando miro, mis ojos
desfiguran el margen.
Lo dice el oculista
en un informe extenso
que subraya presbicia.
Tengo vista cansada;
necesito cristales convergentes
que agranden lo minúsculo
y muestren su eficacia si prolongo
la tinta entumecida.
 
No dejan de brotar
en armonía
esos rostros distintos
del paisaje.
La aurora se renueva
pero yo la percibo
crepúsculo gastado.
 
Mis ojos envejecen.
 
 
 
TRENES
 
Hay trenes detenidos en la estación vacía.
El andén se ilumina con faros halógenos
y la luz se propaga fantasmal y furtiva
porque no hay rastro de los pasajeros.
Mientras espero soy la incertidumbre.
Estoy. Dibujo planes.
Despierto los recuerdos que subsisten
brumosos, fragmentarios.
Trato de razonar, enroscado en la angustia.
Un cartelón registra el paso de los trenes,
pero nunca se cumplen los horarios.
Nadie vuelve a ciudades que no existen.
 
EPITAFIO
 
Queda mi nombre
y la serenidad de este paisaje
que no sabe quien fui.
 
[Poemas escritos por José Luis Morante publicados en Ninguna parte, Sevilla, La Isla de Siltolá, 2013, 1ª edición, (colec. "Tierra", nº 4), pp. 91]
 

"No hay respuestas: la pureza del aire habita el desamparo"
José Luis Morante

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