jueves, 13 de febrero de 2014

El libro de un hombre que reflexiona con sosiego


José Antonio Ponte Far
(Negreira, 1948)
Escritor, catedrático de instituto, doctorado en Filología
y actualmente profesor en activo de la UNED


CONVENIENCIAS
Y
CONVENCIMIENTOS

Es un hombre elegante, en la cincuentena plácida de una vida cómoda. Conserva el aire intelectual de su vieja fe leninista, aunque aquellas creencias se fueron con el tiempo. "Uno cambia, y el paraíso de Marx se retrasa demasiado", suele decir a quien le recuerda su entusiasta ex militancia. Hoy es un ingeniero de altos vuelos, con muy buenas relaciones en el poder político y muy descreído del mundo proletario. Ha evolucionado, como él dice, y ya no está para compromisos. Al fin y al cabo, su trabajo le costó haber llegado hasta aquí, con su chalé en las afueras, su coche de alta cilindrada, los másteres de los hijos en EE.UU., las vacaciones veraniegas en la costa, las escapadas invernales a la nieve...




El triunfo del proletariado tardaba demasiado y no era cosa de pasarse la vida esperándolo, por mucha fe leninista que uno tuviera. Se le ha relacionado con algunos casos de corrupción muy sonados, pero la cosa no ha pasado de ahí y parece que su conciencia no ha sufrido ningún menoscabo. La muestra limpia e impecable, como el corte de los trajes que luce a diario. Hace unos días vivió un brusco buceo por su pasado biográfico. Su memoria lo aceptó con la recreación de todo tipo de detalles, pero su ánimo salió un poco tocado. En la librería de un centro comercial notó que alguien lo estaba mirando, con disimulo, pero con insistencia. Y descubrió, con un libro en la mano, a su primera novia, aquella chica perdida en la bruma de la juventud, que lo observaba, ahora ya sin reparos.


Librería "Lello e Irmao"
(Oporto, Portugal)

Él se acercó hasta ella, se aseguraron ambos de que eran quienes pensaban que eran, se saludaron y, después de expresar su sorpresa de formas semejantes, decidieron sosegar las impresiones con un café por medio. "¿Solo y sin azúcar, como siempre?", le preguntó él, alardeando de buena memoria hasta en los pequeños detalles. "descafeinado de sobre, con leche y azúcar", respondió ella. El paso de los años se notaba en los dos, pero en cada uno a su manera. Sobre todo en la mirada: ella seguía manteniendo aquel brillo entusiasta de fe en la gente, en las buenas obras, en las causas perdidas.




Recordaron los viejos tiempos, su entrega a aquellos ideales de libertad y justicia que les daban energía para perseguir el cambio a un mundo más solidario; sus breves estancias en la cárcel, sus dos veranos de voluntariado en la Nicaragua sandinista... Recordaron el pasado común; lo que vino después ya no interesaba. Ella intentó hablarle de su actual compromiso con "Médicos sin Fronteras", de los problemas que encontró en Haití, pero notó que la mirada de él se había ya distanciado de sus palabras, era opaca y descolorida. Y se dieron cuenta de que ya no tenían nada más que decirse: la distancia que los separaba no la marcaban sólo los años de ausencia.

[Artículo de opinión escrito por José Antonio Ponte Far que publicó el periódico"La Voz de Galicia" el 16 de julio de 2011 y aparece incluido en el libro recopilatorio titulado Plácida mirada (Viéndolas pasar), Santiago de Compostela, Ensenada de Ézaro Ediciones, 2013, 1ª edición, (prólogo de Luis Landero), pp. 194]


La maquetación del libro corrió a cargo de Patricia Nieto

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