domingo, 20 de marzo de 2016

El crimen filmado como una de las bellas artes


El guion se basa en la novela de George Vincent Higgins
Cogan's Trade (El comercio de Cogan) publicada en 1974

KILLING THEM SOFTLY
(“MÁTALOS SUAVEMENTE”)
(2012)
 
El comienzo de esta historia le debe mucho al John Steinbeck de “Las uvas de la ira”. Un hombre con aspecto de marginado atraviesa un túnel que conduce a un solar abandonado en el que la basura y los papeles vuelan. Es el reverso del sueño americano, la cruz del sistema capitalista, los proyectos de construcción abandonados, el individuo castigado por la contracción económica, el fracasado que se arroja al extrarradio donde habitan la desesperanza y la pobreza. Mientras vemos este inicio filmado con lentitud y tono poético, resuena en la cabeza del tipo que camina con cara de preocupación y desencanto el discurso tópico de un candidato a la Casa Blanca: “Compatriotas, ciudadanos de este país: en este momento tenemos la oportunidad de lograr la vida que deseamos, aquello que será lo que nos impulse. La promesa americana cumplida es la que siempre ha distinguido a nuestro país. Es esa promesa la que establece que cada uno tiene la libertad de vivir la vida que uno desea.”
 
 
Ray Liotta
(Newark, New Jersey, 1954)
La escena en que lo asesinan es antológica
 
Scoot McNairy y Ben Mendelsohn interpretan a dos exconvictos, Frankie y Russell, contratados por Johnny Amato (Vincent Curatola) para atracar una timba de póker. Como un tal Markie Trattman (Ray Liotta) ya había cometido un robo de similares características, y pasado un tiempo se jactó de haberse beneficiado muerto de risa, todo el mundo pensará que ha reincidido por lo que cargará con la culpa. El plan parece perfecto, pero los tipos a los que van a esquilmar no van a quedarse tranquilos hasta consumar su venganza. Para llevarla a cabo recurren a Jackie Cogan (Brad Pitt), quien a su vez intentará delegar en Mickey (James Gandolfini), un matón a sueldo que se encuentra echado a perder por su adicción al alcohol y al sexo.
 
 
 
Ben Mendelsohn
(Melbourne, Australia, 1969)
La interpretación que hace de un heroinómano merecería un Oscar
 
La película muestra a un abogado (Richard Jenkins) que actúa de intermediario entre la Mafia y el especialista en asesinatos Jackie Cogan. Además, en la resolución de la trama veremos que el tejido de la corrupción en Estados Unidos es muy intrincado porque uno de los atracadores será detenido, no por los gánsteres, sino por la propia policía uniformada cuando el yonqui acuda a retirar su parte del botín en una entidad bancaria. Se deduce que las conexiones policiales con el lumpen del crimen pueden no limitarse a la de tener soplones infiltrados. Se sugiere que los policías podrían actuar como un brazo armado en connivencia con la Mafia.
 
 
William Bradley Pitt
(Shawnee, Oklahoma, 1963)
Su presencia en una película siempre es garantía de calidad
 
La aparición de Brad Pitt en la cinta se produce bajo los acordes de una maravillosa canción de Johnny Cash plagada de citas bíblicas: “The man comes around”. La letra hace referencia a los cuatro jinetes del Apocalipsis y a que un día el hombre tendrá que afrontar el día del Juicio Final. Mientras la narración se va desarrollando, escuchamos de fondo una voz, como si proviniese de la radio, sermoneándonos sobre la recuperación económica auspiciada por el gobierno para combatir la crisis y el subsiguiente pánico financiero que podría ocurrir.
 
 
 
La película costó 15 millones de dólares y merecidamente
logró recaudar  37 millones con novecientos mil dólares
 
Una vez perpetrado el atraco a los jugadores de la partida de póker, el primer sospechoso es Markie Trattman. Los hermanos Barry (Max Casella) y Steve Caprio (Trevor Long) le darán una paliza para ver si suelta quiénes fueron los dos ejecutores del sencillo plan. Como Markie no intervino en esta ocasión y es inocente, no puede decir nada, lo que no le evita unas cuantas costillas rotas, la pérdida de cuatro o cinco dientes, la mandíbula fracturada y la extirpación del bazo. La Mafia tendrá que dar un castigo ejemplar para que este tipo de incidentes no se repitan. Eso es lo que piensa Jackie Cogan y se lo comunica al abogado. Por lo tanto, a la salida del hospital a Markie Trattman le espera un final que Andrew Dominik ha filmado llevando al extremo la técnica exquisita de Sam Peckinpah: una recreación a cámara lenta del asesinato de un hombre en el que las balas atraviesan el cristal de un vehículo y le vuelan la tapa de los sesos.
 
 
Andrew Dominik
(Wellington, Nueva Zelanda, 1967)
Un gran director cuyas cualidades saltan a la vista de inmediato
 
La película contiene una de las escenas más reveladoras del estado de un heroinómano, su estado de conciencia obnubilada y próximo a un estado de tranquilidad vegetal. El actor Ben Mendelsohn se luce mostrando una capacidad interpretativa alucinatoria y Andrew Dominik confirma que es un director con la sensibilidad artística de un genio. Al final del film veremos la dura crítica que realiza cuando superpone el discurso retórico, hipócrita y populista del presidente Obama hablándonos de recuperación de la confianza en la inversión, responsabilidad de los operadores bursátiles, trabajo de los asalariados en común, actuación de todos como una sola nación o ausencia de diferencias entre Wall Street y la gente de la calle, cuando la realidad palpable es que el ciudadano norteamericano medio está solo, sin protección social, abandonado por el aparato del Estado y orgulloso al mismo tiempo de su individualismo feroz.
 
(Reseña escrita por Andrés González Déniz)
 
 
La película culmina con una crítica implacable:
"Los Estados Unidos no son un país, son un negocio"

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