lunes, 7 de marzo de 2016

El escritor que se puso del lado de los de abajo

 
(Kovacic, Fabián: Galeano, Barcelona, Ediciones B,
2015, 1ª edición, pp. 352, precio: 19'23 euros)
 
EL DANDI DE LA
IZQUIERDA DE CANAPÉ
 
Biografía no autorizada del gran escritor uruguayo que ha dejado grandes obras como "Espejos" (2008), "Memoria del fuego" (1982-1986), "El libro de los abrazos" (1989), "Patas arriba: escuela del mundo al revés" (2008) y el archiconocido bestseller "Las venas abiertas de América latina" (1971) entre otras joyas literarias. El bonaerense Fabián Kovacic no pudo contar con el testimonio directo del autobiografiado y esto se nota porque la mayor parte del libro dedica demasiado espacio a las circunstancias políticas del tiempo que le tocó vivir, más que al escritor en sí mismo.
 
 
Paradójicamente, Galeano representa el ideal norteamericano del hombre hecho a sí mismo al ser un autodidacta que abandonó los estudios sin ni siquiera iniciar la educación secundaria
 
Sentía curiosidad por saber cómo había transcurrido la vida del escritor de las palabras "sentipensantes". Y lo que he descubierto es que fundamentalmente fue un periodista que llegó a entrevistar a personajes tan dispares como el sangriento revolucionario "Che" Guevara o el demagogo populista Juan Domingo Perón. Proveniente de una familia burguesa acaudalada, Galeano (Montevideo, 1940 - 2015), que presumía de no tener que madrugar nunca, jugó toda su vida a ser un Marqués de La Fayette en los medios periodísticos para los que trabajaba ("El Sol", "Marcha", "Crisis", "Brecha", Época") sin el inconveniente de la lucha armada. Su fusil era la palabra.
 
 
Cardenal, Galeano y Cortázar cuando disfrutaban del turismo revolucionario invitados por la casta sandinista dirigente de Nicaragua
 
Lo más cerca que estuvo de los disparos en un frente revolucionario le ocurrió en las montañas de Guatemala a donde fue muy joven (con veintiséis años, en abril de 1967) para entrevistar al jefe guerrillero César Montes. Allí casi se muere por culpa de los mosquitos que le transmitieron una enfermedad febril, no sé si el dengue o la malaria. Ya antes había estado al borde del abismo, cuando con 19 años y desorientado, teniendo la sensación que nadie en la sociedad creía en lo que hacía, intentó quitarse la vida tomando una sobredosis de "Luminal", medicamento que lo condujo a estar primero en la morgue, dándosele por muerto, y después varios días en coma.
 
 
Juan Carlos Onetti, eximio prosista uruguayo,
fue el gran mentor literario de Eduardo Galeano
 
Hubiera sido interesante conocer qué versión del personaje o de su carácter daban de él sus dos primeras esposas Silvia Brando (con quien tuvo a su primera hija, Verónica), y Graciela Berro Rovira (con quien concibió a sus hijos Florencia y Claudio). Tampoco contamos en este volumen con declaraciones de su tercera consorte, Helena Villagra, con la que huyó de Buenos Aires a Calella de la Costa (Cataluña) para que la ultraderechista "Triple A" o la Junta Militar Argentina no lo mataran. Estaba en las listas negras y de haberse quedado hubiera corrido la misma suerte que Haroldo Conti y otros periodistas amigos que cayeron vilmente asesinados. Antes había tenido que exiliarse de Uruguay al triunfar el golpe de estado cívico-militar dado por Juan María Bordaberry en complicidad con el ejército uruguayo el 27 de junio de 1973.
 
 
Si Pessoa tuvo en el café "A Brasileira" de Lisboa su refugio, Galeano hizo del café "Brasilero" de Montevideo su segunda oficina
 
En su libro "Días y noches de amor y de guerra" hay una anécdota preciosa que refleja cómo es la naturaleza de las personas:
 
"De aquella primera época en Buenos Aires me quedó una imagen que no sé si viví o soñé en alguna mala noche: la muchedumbre apiñada en una estación de subterráneo, el aire pegajoso, una sensación de asfixia y el "subte" que no venía. Pasó media hora, quizá más, y entonces se supo que una muchacha se había arrojado a las vías del tren en la estación anterior. Al principio hubo silencios, comentarios en voz baja y como de velorio: "Pobrecita, pobrecita", decían. Pero el metro seguía sin aparecer y se hacía tarde para llegar al trabajo y entonces la gente pateaba el suelo, nerviosa, y decía:"¿Por qué no se le ocurrió tirarse en otra línea? ¿Justo en ésta tenía que ser?"
 
 
Eduardo Galeano en La Habana con el antidemocrático comisario cultural castrista Roberto Fernández Retamar para ser jurado en el sectario certamen de La Casa de las Américas
 
En 1996 Galeano sufrió el mayor varapalo literario de su vida cuando Álvaro Vargas Llosa, Plinio Apuleyo Mendoza y Carlos Alberto Montaner publicaron el "Manual del perfecto idiota latinoamericano" en 1996 desmontando una por una las tesis victimistas de "Las venas abiertas de América latina" calificándola de biblia para imbéciles. La principal objeción que oponían era que un país no se empobrece porque le compren barato lo que produce, sino que se arruina cuando no logra venderlo. Y que para vender más caro u obtener mayor rentabilidad había que mejorar los productos y no dormirse en los laureles de un modo de producción anticuado.
 
 
Un joven y avispado Eduardo Galeano siendo entrevistado
por la escritora argentino-venezolana Viviana Marcela Iriart
 
El propio Galeano llegó a estar un poco harto de su obra más difundida, como le ocurrió a Pablo Neruda con los "Veinte poemas de amor y una canción desesperada", declarando que ni él mismo, aunque lo volviera a escribir, leería su libro. Lo que no fue óbice para seguirlo imprimiendo, especialmente en una empresa editora que creó, llamada "Ediciones del Chanchito", para publicarse a sí mismo todos sus libros controlando el proceso de edición y las ganancias.
 
 
Eduardo Galeano en su papel de rebelde de todas las causas
en las que le complacía aparecer siempre como primer figurante
 
Tuve el gusto de conocer a Eduardo Galeano en una conferencia que dio en la Casa de Colón del barrio de Vegueta en Las Palmas de Gran Canaria. Me impresionó la contundencia de la voz que sonaba por los altavoces, el enjambre de pijerío progre que acudió a escucharlo sin ser consciente de su aburguesameinto intelectual como clase social instalada que ya no es ni joven ni revolucionaria, y sobre todo, los ojos de color azul claro en un rostro que supuse debió haber sido muy bello en sus años mozos. Cometí el error de preguntarle qué había supuesto para él, a qué autocrítica le había conducido o, en definitiva, cómo había encajado las invectivas del "Manual del perfecto idiota latinoamericano". Ante lo que debió considerar una insolencia inoportuna, no quiso responder nada.
 
 
Eduardo Galeano en su característica pose de pensador interesante
 
Pasado el tiempo, sigo viendo en él a un gran escritor que supo condensar en fragmentos, al modo de Suetonio, lo que escribía. Su raíz periodística le hizo desechar la paja de sus escritos, y en mi opinión, el oportunismo y las expectativas de ser un escritor de masas lo impulsaron a convertirse en un adalid de las clases explotadas a pesar de saber que en los países comunistas la gente lo pasaba peor que en las sociedades de consumo capitalistas. Algo de camaradería le arrastró también por esa senda, digamos que la dialéctica teórica en las cafeterías de Montevideo con sus amigos de juventud le ayudaron a convertirse en un marxista lírico.
 
(Reseña escrita por Andrés González Déniz)
 
 
Fabián Kovacic
(Buenos Aires, Argentina, 1966)
Periodista y profesor universitario de Ciencias de la Comunicación

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