lunes, 3 de octubre de 2016

Tantos medios para hacer un aburrido culebrón

 
Este tostón se prolonga durante 127 minutos
 
THE INFILTRATOR
(EL INFILTRADO)
(2016)

Lástima de película que pretendiendo seguir la estela de Francis Ford Coppola con “The Godfather” (“El Padrino”, 1972), se queda en agua de borrajas facturando un producto muy parecido al de una telenovela venezolana. La fotografía es excelente, la iluminación magnífica, pero la insipidez de algunos de sus actores, la falta de madurez en la dirección de la historia y la morosidad en el manejo de la cámara penalizan este largometraje hasta dejarlo sin alma.
 
 
Brad Furman
(Lafayette Hill, Pennsylvania, Estados Unidos)
Este director posee los conocimientos técnicos necesarios,
pero tiene la misma sensibilidad artística que una iguana
 
El protagonista, Bryan Cranston, está muy mayor para el papel. Tiene 60 años. Da la impresión de que hubieran escogido en su lugar a Charles Bronson si llegara a estar vivo todavía. No es verosímil que protagonice un enlace matrimonial con una joven rubia, sexy y muy atractiva, si bien se supone que sería un matrimonio por dinero. Lo peor de todo es que las escenas de acción están mal dosificadas y su aparición repentina responde más al guion de una película de terror pretendiendo asustarnos que a una película de intriga.
 
 
Bryan Cranston
(Hollywood, Los Ángeles, California, 1956)
Aunque se pasa toda la película haciéndose el interesante,
le toca realizar un papel que llega demasiado tarde en su carrera
 
Quizás el mejor momento ocurre cuando el policía infiltrado Robert Mazur (que se hace pasar por un bróker especialista en lavado de dinero, Bob Musella) tiene que encerrarse en un ropero para no ser visto por unos sicarios, y al salir debe procurar que no se despierte uno de ellos que duerme una borrachera. El resto es previsible, como corresponde a una historia basada en hechos reales que son conocidos: la doble moral de la CIA, que utilizó dinero negro del narcotráfico colombiano para financiar a la Contra nicaragüense y a los talibanes contra la antigua Unión Soviética, al tiempo que Nancy Reagan emprendía una campaña de “Simplemente di no a las drogas” cuyo objetivo, en realidad, tal vez no era la salud de los ciudadanos, sino mantenerlas prohibidas para que no disminuyera su precio.
 
 
Cesare Taurasi
Este actor desconocido deslumbra por su asombrosa interpretación
 
Al final de la película se ven las ridículas penas de prisión que sufrieron los narcos detenidos y las multas a los banqueros que cayeron en una redada cuando acudieron a una falsa boda. Lo más contundente fue la caída de poderosos bancos como el “Banco Internacional de Crédito y Comercio”, si bien estas entidades financieras pueden después refundarse con distintos nombres. Si por algo mereció la pena soportar las más de dos horas que dura esta cinta fue por ver la interpretación de un actor secundario inglés que realizó una actuación portentosa: Cesare Taurasi. En el papel del matón Gerardo Moncada parece un verdadero psicópata.
 
 
Yul Vázquez
(Cuba, 1965)
Pone un punto de malevolencia sofisticada a su actuación
 
Yul Vázquez haciendo del perverso homosexual Javier Ospina, John Leguizamo en la piel del agente secreto Emir Abreu y Diane Kruger ejerciendo de una bellísima, aunque un poco gélida, Kathy Ertz, salvaron el reparto del ridículo brillando a gran altura. Si no es por ellos, este celuloide no valdría la pena ni filmarlo. No tiene mucho de extraño que el rodaje costara 28 millones de dólares y apenas haya recaudado 17. A veces hay justicia en la taquilla.
 
(Reseña crítica de Andrés González Déniz)
 

Diane Kruger
(Algermissen, Baja Sajonia, Alemania, 1976)
Expuso su exquisita belleza a la par que su sobriedad

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