domingo, 31 de diciembre de 2017

Un texto sobre las vivencias del llamado top manta

 
 
SUCULENTAS VENTAJAS
 
Pensándolo bien,
vender gafas no es tan mal oficio.
Otros andan y desandan cargados de alfombras
por las costas del Mediterráneo;
en los años sesenta hubo andaluces
cargados de cemento por las calles de Zürich,
actualmente hay lituanos
cargados de armas en Marbella,
saharauis cargados de nostalgia en Rabat y en Órgiva,
guineanas cargadas de bombillas en Madrid,
yonquis cargados de agujas desechables,
gitanos cargados de rechazo,
cubanos cargados de incertidumbre,
hindúes cargados de exotismo,
paquistaníes cargados de sospechas.
 
 
 
No, no puedo quejarme.
Todos los días aparecen cadáveres entre las rocas,
todas las noches duermen en las aceras
niños tapados con periódicos,
protegidos del frío con fotos
de otros niños que tiritan.
 
No, no puedo quejarme.
Las gafas no pesan,
las gafas no matan,
las gafas no contagian enfermedades,
las gafas no afectan la higiene,
las gafas no son armas peligrosas.
Es cierto que ennegrecen la visión del mundo,
que enceguecen un poco, pero no es para tanto.
Además, yo no molesto a nadie.
Llego a una plaza, o a la Estación de Trenes,
despliego mi escaparate móvil en cualquier esquina,
y los transeúntes se detienen o no,
compran o no, es asunto suyo.
 
 
 
No puedo quejarme.
En África estaría peor.
En el fondo del estrecho estaría peor.
En un ingenio azucarero del siglo XIX estaría peor.
En una plantación algodonera
del sur de California estaría peor.
Si fuera una mujer estaría peor.
Si fuera una mujer negra
vendedora de gafas estaría peor.
Si fuera una mujer negra vendedora de gafas
y con dos hijos pequeños estaría peor.
Si fuera una mujer negra vendedora de gafas
con dos hijos pequeños y sin papeles estaría peor.
 
No, no puedo quejarme.
No se puede ser negro, pobre, inmigrante,
y al mismo tiempo, malagradecido.
 
[Poema escrito por Alexis Díaz- Pimienta e incluido en su libro titulado Un día cualquiera del vendedor de gafas, Las Palmas de Gran Canaria, Edición del Cabildo Insular de Gran Canaria, 2011, (accésit del "Premio de Poesía Tomás Morales 2010"), pp. 64]
 
 
El libro fue impreso en los talleres de Compobell en Murcia

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